El problema de la suerte moral consiste en que algunas personas nacen, viven, y experimentan circunstancias que parecen cambiar su culpabilidad moral cuando el resto de circunstancias se mantienen constantes.
Existen tres tipos de suerte moral:
- Suerte moral circunstancial: la moralidad de la acción depende de las circunstancias que han llevado a esa persona a realizar tal acto y sus necesidades.
- Suerte moral resultante: culpar una acción más que a la otra solo por sus consecuencias, aunque ambas acciones hayan sido la misma.
- Suerte moral constitutiva: la suerte moral de ser quien se es, de tener las disposiciones que se tienen. Es la suerte involucrada en que una persona posea las “inclinaciones, capacidades y temperamento” que de hecho posee. Tiene que ver con el propio carácter que una persona tiene, y que no depende completamente de ella.
Una persona nace en una familia pobre, y no tiene otra manera de comer que robar la comida. En cambio, otra persona, nacida en una familia adinerada, no trabaja pero tiene multitud de comida y no necesita robar para conseguirla. ¿Debería la persona pobre ser más moralmente culpable que la persona rica? ¿es el pobre moralmente peor que el rico por robar? al fin y al cabo, ¿es su culpa haber nacido en esas circunstancias, o es una cuestión de suerte?
A esto se le llama suerte moral circunstancial. Veamos un ejemplo de suerte moral resultante:
Que un conductor haya causado una muerte y el otro no, afecta a la condición de moralidad, la mayoría de los observadores probablemente culpabilizaría en mayor medida al conductor que provocó una muerte, aunque ambos hayan actuado igual de mal.
Veamos un ejemplo de suerte moral constitutiva:
¿Es moralmente inferior la persona fría respecto de la empática por superarlo rápidamente?
La cuestión fundamental de la suerte moral es como nuestra responsabilidad moral resulta modificada por factores sobre los que no tenemos ningún control.
El problema, en definitiva, consistiría en la tensión planteada entre el hecho de que parece que la responsabilidad moral no puede ser afectada por la suerte y la posibilidad real de que la suerte juegue un papel importante, o, quizá, fundamental.
Así, uno acaba matando a alguien, convirtiéndose en un asesino, mientras que el otro no mata a nadie, y no es un asesino. Hay un sentido, en el que parece que nuestro juicio variará, y evaluaremos más severamente al asesino exitoso que al asesino frustrado, y eso como resultado de que la bala llegue o no a impactar en la víctima y le produzca la muerte.
Normalmente pensamos que solo seremos juzgados por aquello que está bajo nuestro control, pero, de hecho, juzgamos a las personas incluso por aquello que no está bajo su control. La apelación a un elemento como la suerte, supone un importante reto para la coherencia de nuestro concepto de responsabilidad moral –y, en concreto, de los juicios de responsabilidad moral.
Es aquí donde aparece la condición de control: alguien es moralmente responsable de algo solamente si tiene un grado apropiado de control sobre ese algo.
Entonces nace la paradoja, el problema de la suerte moral:
Una persona puede ser moralmente responsable sólo de lo que hace;
pero lo que hace depende en gran medida de aquello que no hace (suerte);
por lo tanto, no es moralmente responsable de aquellas cosas de las que es responsable y de las que no es (directamente) responsable.
Y eso nos lleva a la siguiente conclusión:
Una persona es moralmente responsable de la ocurrencia de un suceso sólo si la ocurrencia de éste no fue cuestión de suerte.
Ningún suceso es tal que su ocurrencia no es nunca una cuestión de suerte. Por lo tanto
ningún suceso es tal que una persona sea moralmente responsable de su ocurrencia.
Una nueva paradoja.
Creo firmemente que se deben redactar leyes que tengan en cuenta la suerte moral de alguna forma, para que casos de hurto de alimentos para comer no sean penados con cárcel o multas económicas que no podrán pagar.
La justicia nunca será justicia sin tener en cuenta la suerte moral.