Las fronteras

Los Estados tienen una característica esencial: la soberanía, esto es, la facultad de implantar y ejercer su autoridad de la manera en la que lo crean conveniente. Para que el ejercicio de la soberanía por parte de los Estados no perjudique a otras naciones, se crean límites definidos en porciones de tierra, agua y aire. En el punto preciso y exacto en que estos límites llegan a su fin es cuando se habla de fronteras.

Las fronteras se caracterizan por el alto grado de vigilancia, para evitar entradas en masa de inmigrantes, de drogas, de mercaderías, etc.

Contamos con dos tipos de fronteras, las naturales (creadas por ríos, montañas, mares…) y las artificiales, creadas por el hombre.

De esta forma, gracias a las fronteras, tenemos países distintos, con leyes distintas, economías distintas (aunque después intentemos igualarlas) y sociedades distintas. Y algo que no se suele tener en cuenta: recursos distintos.

El problema de las fronteras radica en la falta de recursos, en una determinada zona geográfica no vamos a encontrar todos los recursos que podríamos encontrar en todo el mundo, y por comodidad, nos vemos obligados a globalizar el mundo, pero con fronteras.

Esto quiere decir que un país poderoso económicamente puede comerse a un país pobre si un recurso le interesa, o un territorio, como es el caso de los EEUU en oriente medio.

No nos equivoquemos, no se invaden países porque no estemos de acuerdo con su cultura o leyes, una guerra empieza por una disputa territorial o por un problema de recursos. EEUU no invade Irak por cultura o legislación, sino por el petróleo. Alemania invadió media Europa en los años 40 por territorio y nacionalismo. ¿Nacionalismo? Sí, la solución de una ecuación formada por fronteras y globalización es el nacionalismo.

Los primeros precedentes del nacionalismo comienzan a aparecer en el siglo XVIII, pues hasta ese momento, la idea de nación, tal y como se concibe en la actualidad, no se había formulado. Hasta ese momento, las identidades colectivas basadas en la religión o en ser súbditos de un mismo rey, prevalecían sobre las étnicas. En la Revolución francesa se utilizará el término nación como sinónimo de ciudadano, es decir, la nación ya no está personificada en la figura del monarca, pues la nobleza es un cuerpo ajeno a la nación: la nación es el tercer Estado.

Ciertos teóricos, como Benedict Anderson, han afirmado que las condiciones necesarias para el nacionalismo incluyen el desarrollo de la prensa y el capitalismo. Anderson también afirma que los conceptos de nación y nacionalismo son fenómenos construidos dentro de la sociedad, llamándolos comunidades imaginadas. Ernest Gellner añade al concepto: “el nacionalismo no es el despertar de las naciones hacia su conciencia propia: inventa naciones donde no las hay”.

Existen varios tipos de nacionalismos:

  • El primero sería el integrador, como el de la Unificación Italiana.
  • Otro sería el desintegrador, como el catalán.
  • También existe el nacionalismo étnico, como el fascismo, y el nacionalismo religioso, (hinduismo en la India)

No hay que dejar de lado el nacionalismo banal, un tipo de nacionalismo del cual no sabía su existencia, pero que me descubrió el científico social británico Michael Billig: el nacionalismo banal es la forma difusa que toma el nacionalismo en las Estados-nación consolidados, convirtiéndose en un mecanismo omnipresente que orienta las percepciones y hace aparecer como natural la identificación entre una lengua, una cultura, un territorio y una comunidad política.

Billig sostiene que en las naciones estables, sin problemas identitarios, se produce un recordatorio permanente a sus ciudadanos de que constituyen una nación y, sin embargo, sus dirigentes políticos no son denominados nacionalistas. El nacionalismo banal reproduce cotidianamente los esquemas mentales del nacionalismo, ya sea en rituales colectivos como el deporte; o en detalles aparentemente nimios, tales como la utilización de banderas para identificar las lenguas en las que se escriben los ingredientes de una caja de cereales, o el sombreado gris del territorio de otros países (v.g. Portugal, en el caso de España) en los mapas de los servicios meteorológicos en televisión.

El nacionalismo provoca patriotismo, que es amor por la patria, por la nación, y para demostrar ese amor se hacen estupideces como la muerte con honor en batalla o creerte todo lo que te dice el gobierno.

Los gobiernos ensalzan el patriotismo para generar excusas sobre sus acciones en contra de la humanidad.

Imagina que no hay países. No es difícil de hacer. John Lennon

El imaginario de John Lennon en su famosa canción incluía varias ilusiones: un mundo sin guerras, sin posesiones… y sin territorios. Esto es, sin fronteras.

Eso en términos pacíficos. Por el lado contrario, la historia muestra que el imperio romano, el británico o Napoleón Bonaparte trataron de unificar el mundo con la premisa de un ‘gobierno único’ y dominante.

Yo prefiero declararme ciudadano del mundo, simplemente un ser humano. Rechazo abiertamente las divisiones estatales, el racismo o cualquier otro tipo de odio a algo distinto al sujeto.

Las fronteras solo provocan diferencias, y las diferencias provocan envidias y deseos, y la envidia y el deseo provoca odio.